miércoles, 2 de octubre de 2013

Otoño...

Bueno, pues aquí estamos de nuevo. Hoy tenía pensado traeros un pequeño relato que estaba escribiendo, pero me he quedado un poco atrancada porque es más largo de lo que tenía pensado hacerlo, luego pensé en dejaros otro que escribí el año pasado pero tengo que buscarlo. Así que he decidido otra cosa. Y os voy a dejar algo que escribí hace una semana. Digamos que es una pequeña reflexión. Así que abrid los corazones y a ver qué sacáis. Espero que lo disfrutéis :)

El otoño había llegado y sus colores lo inundaban todo. Esos tonos cálidos que tanto le llenaban el corazón aparecían en cualquier parte haciendo su vida más llevadera. Había esperado ese paseo por el bosque desde que sabía que las hojas habían empezado a caer, pero hasta ese mismo instante no le surgió la oportunidad. Nada más ver aparecer el primer árbol desde el viejo camino sonrió. Era el momento perfecto para estar allí puesto que los árboles aún conservaban bastantes hojas, desde amarillas a rojas, naranjas y marrones, cada una imperfecta por sí misma pero perfectas en el conjunto formando un bonito cuadro que nunca se cansaba de mirar. Siguió pensando en ellas, iban muriendo y cayendo de los árboles pero aún así no dejaban de ser bellas, incluso en el momento final de su vida útil seguían siendo espléndidas, mostrando otro lado, diferente pero no por ello peor. Esa idea le hizo sonreír de nuevo marcando más las arrugas de su rostro. En cierta forma las personas podían aprender de ellas. No entendía por qué, cuando alguien ya era incapaz de trabajar, cuando cumplía cierta edad ya era apartado, tratado como si hubiese perdido valía, como si ser viejo fuese una enfermedad contagiosa. A nadie le gustaba hablar con ellos ni dedicarles tiempo porque lo consideraban perdido. Siempre le había hecho sentir mal aquello, se sentía rechazada, a veces incluso se había preguntado por qué no había muerto, cuál era ahora el propósito de su vida. Su marido había fallecido años atrás en un accidente y no tenía hijos. Ya no le importaba a nadie. Todo el mundo tenía sus propias cosas en las que pensar, sus ajetreadas y agobiadas vidas que vivir y organizar. Y ninguna persona se había parado a reflexionar y darse cuenta de que tarde o temprano todos iban a envejecer.

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