martes, 24 de diciembre de 2013

Navidad

Hoy ya es nochebuena. Puedo imaginar un sinfín de familias haciendo preparativos de última hora, comprando lo que falta para la cena de esta noche. Todos ajetreados intentando recordar todo lo que hay que preparar. Pero me pongo a pensar y me doy cuenta de que la mayoría de las personas ni siquiera se plantean qué es lo que se celebra. Se supone que en Navidad se recuerda el nacimiento de Jesús. Y mi pregunta es, si no crees ¿por qué la celebras? La gente ni siquiera piensa en esto en estas las fiestas. Ponen el belén, decoran la casa, cantan villancicos y todo lo demás... Pero ¿ y esto por qué? Yo no soy musulmana y no celebro el Ramadán, lo mismo que tampoco cumplo las fiestas judías. Sinceramente, no entiendo por qué alguien que no cree en Dios celebra el nacimiento de su hijo. Solo quiero haceros reflexionar sobre esto, y si lo pensáis bien, no tiene sentido ninguno. 
Ahora bien, para los que sí creemos en Dios, ¿de verdad tenemos bien presente qué estamos festejando? Porque el nacimiento de Jesús no se quedó ahí, traía algo más, es el mayor regalo de Navidad que pudo darnos. El hijo de Dios, que en el cielo lo tenía todo y se despojó de ello para bajar a la tierra, en forma de niño indefenso, decidió nacer en una familia pobre, habiendo podido elegir nacer en un lugar acomodado eligió un establo, y como cuna un pesebre. Y ¿para qué? Ese niño que nació anunciado por ángeles fue también aquel hombre que un día dio su vida por todos nosotros, sufriendo todo el peso de nuestros pecados, sin que ninguno de nosotros lo mereciésemos. Nos amó y tomó la decisión de salvarnos de lo que todos merecíamos, el sufrimiento eterno. Gracias a este regalo que nos hizo, a ese amor incondicional, ahora podemos ser salvos, podemos tenerle a nuestro lado. Lo único que pide es que nos rindamos a sus pies, reconozcamos que no somos nada sin él y lo aceptemos en nuestra vida.
Yo creo que es el mejor regalo de Navidad que nadie puede recibir. Y me gustaría que en estas fechas lo tuviéramos presente. Que no pensemos solo en aquel niño indefenso en un pesebre, sino en ese héroe que teniéndolo todo renunció a ello para poder salvarnos a nosotros.


Feliz Navidad :)

lunes, 16 de diciembre de 2013

Gracias

Ya es mi entrada número 20 y aún no tengo ni un seguidor, aunque sé que sí hay algunas personitas que de vez en cuando se pasan a hacerme alguna visitilla. Últimamente he estado un poquito alejada por motivos de estudio pero he vuelto. Deciros que a pesar de que no haya mucha gente por aquí, yo sigo persiguiendo mi sueño de poder llegar hasta el corazón de la gente, así que con una sola persona que me lea ya soy feliz. En el poco tiempo que llevo me he sentido muy bien porque la verdad es que me sirve para desahogarme y para no sentir que lo que escribo se queda perdido, abandonado y triste en una carpeta del ordenador. Total, si escribo es para que la gente lo lea y pueda sacar algo.
No me quiero alargar mucho que ya va siendo tarde y tengo que recuperar muchas horas de sueño. Solo me gustaría darlos las gracias a todos por pasaros aunque solo sea una vez, y espero poder seguir escribiendo muchísimo tiempo más para mostraros lo que hay en mi cabeza, que no es poco. Un abrazo :)

Cumpleaños :)

Bueno pues aquí estoy de nuevo, ya ha acabado el trimestre así que, si no ocurre nada, mi idea es estar por aquí más a menudo a partir de ahora. Hoy os traigo un pequeño relato que escribí el otro día para el cumpleaños de un amigo. Espero que os guste :)

Aquel día estaba nevando. Fuera la calle se recubría por un blanco manto, y el viento soplaba llevando de un lado a otro los delicados copos de nieve antes de que cayesen al suelo.
Pese al frío que inundaba el exterior, aquel salón mantenía un ambiente cálido. Las vivas llamas de la chimenea alumbraban la habitación a la vez que le proporcionaban una temperatura idónea. Había tres gatos esparcidos por la alfombra disfrutando del calor, y otro más se había acurrucado en su regazo. Jonatan lo acariciaba pensativo, con la mirada perdida en el fuego que parecía danzar alegre.
De pronto el sonido del timbre interrumpió sus pensamientos, el gato blanco se asustó y corrió a la alfombra a tumbarse junto a sus compañeros.
Abrió la puerta y se encontró a una joven con un grueso abrigo, un gorro y una bufanda de lana que solo dejaban al descubierto sus ojos marrones. Venía cargada de cosas.
-         ¿Me dejas pasar o no? ¡Me estoy helando! – le dijo tiritando.
Él se rió y le cedió el paso a la casa. Ella se dirigió inmediatamente al salón y dejó las bolsas junto a la puerta para correr hacia la chimenea y calentarse las manos, incomodando a los gatos ya que acaparaba el espacio.
-         Por lo menos quítate el abrigo que con tanta ropa va a ser imposible que te llegue el calor – le dijo a su hermana.
Ella le miró pensativa y se rió.
-         Siempre siendo más inteligente que yo.
Sara se fue desprendiendo de aquellas gruesas capas de ropa hasta quedarse con un jersey de lana, dejando lo demás apilado en un sofá.
-         Y, como no, viene acompañada de su desorden, para que se note su presencia – comentó Jonatan mientras colgaba todas las desordenadas prendas en la percha – Así pareces otra, te has quitado de golpe varios kilos.
Ella le rió la gracia y se acercó a las bolsas que había traído.
-         Te he hecho bizcocho… de chocolate – le dijo sacando una gran bandeja cubierta.
A él se le iluminó la cara y la destapó, sonriendo al descubrir un apetitoso bizcocho adornado con lacasitos.
-         ¡Feliz cumpleaños!
-         ¿Cómo no te voy a querer si eres la mejor hermanita del mundo?
Ella dejó la bandeja sobre la mesa y le abrazó con cariño.
-         Es que te lo mereces.
Partieron dos trozos del bizcocho y se sentaron, él en el sofá y ella en la alfombra, haciéndose un hueco entre los gatos que, al principio la miraron con recelo, pero al ver que tenía comida se le fueron acercando con la esperanza de conseguir algún pedazo. Pasaron la tarde hablando junto al calor de la chimenea y cuando se dieron cuenta ya había oscurecido.
-         Venga, hoy te invito yo a cenar – le dijo él –, que sé que la sopa te encanta.
Jonatan fue a la cocina a preparar la cena mientras Sara acariciaba a los gatos, que se peleaban por estar más cerca de ella.
La sopa no tardó mucho, entre los dos pusieron la mesa y comieron con gusto aquel caldo caliente. Al acabar compartieron otro pedazo de bizcocho y tras quitar la mesa él se volvió a la cocina para fregar los platos. Sara arrimó el sofá a la chimenea y se tumbó. Estaba tan cansada que se durmió al instante, acompañada del ronroneo de uno de los gatos que se había acostado a su lado.
Cuando él llegó y la encontró dormida sonrió. Buscó una manta y la tapó.
-         Buenas noches, peque – le susurró – descansa.
Apagó la luz y miró a los gatos, que se habían acomodado en el sofá con ella. Los llamó y no le hicieron caso.
-         Ya veo que esta noche me vais a abandonar – les dijo.
Salió de la habitación dejando la puerta entreabierta.
Fuera había parado de nevar, la luz anaranjada de las farolas se colaba por la ventana fundiéndose con el cálido ambiente del salón, iluminando tenuemente la sonrisa de la chica, que soñaba con aquel día que había conocido a su hermano.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Conmigo no estás sola.

Leyó la última frase de la conversación y el móvil cayó al suelo desde su mano, que quedó paralizada, al igual que el resto de su cuerpo. Una lágrima se fue resbalando por su mejilla hasta caer al suelo. Su cuerpo no le respondía y por su mente desfilaban palabras sin sentido y miles de imágenes borrosas. Empezó a marearse así que fue bajando lentamente la espalda apoyada en la pared hasta quedar sentada en el suelo. Se abrazó las piernas y se permitió llorar durante un buen rato. Se sentía completamente desconsolada. “Estoy sola, no me queda nadie, no sé que hacer”. Todo se fue nublando y la oscuridad la rodeó. Estaba perdida y desesperanzada. Entonces, entre aquella confusión, entre aquella niebla, apareció una lejana luz y una voz habló:
-         No estás sola, yo estoy contigo.
Era una voz que transmitía una tremenda paz, una voz que ella conocía. Levantó los ojos y vio como se iba acercando poco a poco una figura, un hombre alto y joven que, conforme se acercaba, iba haciendo desaparecer la oscuridad. Ella sonrió al verle, pero a la vez se avergonzó de sí misma, hacía tiempo que no hablaba con él. Le había dejado un poco olvidado los últimos días aún cuando le había prometido una amistad eterna no estaba poniendo mucho de su parte. Sin embargo cuando él se acercó su expresión era de alegría, no de enfado.
-         ¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras?- le dijo al tiempo que limpiaba una nueva lágrima que había salido de los ojos de la chica.
-         No sé que hacer… Ya todo está perdido. He estado haciendo mucho y no obtengo resultados de nada, cada paso que doy hacia delante parece que retrocedo dos. Hay demasiadas cosas, yo sola no puedo con tanto…
Él la miró y la abrazó un buen rato, dejando que sus lágrimas empapasen la manga de su jersey blanco. Pasado un momento le dio un beso en la cabeza. Y le sujetó el rostro haciendo que ella le mirase a los ojos.
-         Yo estoy contigo - repitió en un susurro – No te preocupes porque sabes que pase lo que pase no te dejaré.
Ella no pudo soportar por mucho tiempo una mirada tan profunda y sincera y apartando los ojos comenzó a llorar de nuevo en sus brazos.
-         Quiero poder hacer algo, sentirme útil, sentir que mis esfuerzos no son en vano…- dijo ella entre sollozos.
-         Para ayudar a otros primero tendrás que ayudarte a ti misma ¿no crees? – al ver que ella callaba continuó – No creas que no me doy cuenta de cómo estás, no pienses que de verdad me trago esa careta que llevas de estar bien, porque no es verdad y lo sabes. Estoy aquí por ti, para ayudarte, pero tienes que dejarme, quitar todas esas barreras que tienes, abrirte por completo.
Ella volvió a mirarle a los ojos, esta vez con seguridad.
-         Está bien, me rindo – le dijo -, necesito tu ayuda. Quédate conmigo, llévate todo el dolor que siento…
Él entonces se levantó y le tendió la mano para levantarla, la abrazó con fuerza y le dio un beso en la frente sonriendo.

Despertó acurrucada en el suelo. Se había hecho tarde y la luz que se filtraba por la ventana de su habitación era cada vez más tenue. Entonces recordó el sueño que acababa de tener, sonrió y sus ojos se encontraron con un objeto que reposaba en su mesita de noche desde hacía semanas. Era un libro, El Libro. 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Invierno...

Bueno, aquí estoy de nuevo, aprovechando un pequeño respiro entre la avalancha de exámenes. Hoy os vuelvo a traer algo más extenso, es el principio de una historia que he empezado esta mañana, la cual me está encantando. A ver si consigo acabarla. Espero que os guste tanto como a mí :)

Helena caminaba arrastrando los pies por aquella fría callejuela, se abrazaba a sí misma intentando retener el escaso calor de su cuerpo. Su abombado vientre sobresalía del minúsculo abrigo de lana que hacía tiempo había dejado de cubrirlo. Su pelo negro, empapado, caía hacia sus hombros. Iba hablando sola, algo a lo que se había acostumbrado últimamente, animándose a sí misma y dirigiendo expresiones de cariño hacia aquel niño que llevaba dentro.
Por fin, a lo lejos, distinguió el cartel luminoso del comedor social. Apretó el paso para recorrer los restantes metros cuanto antes. Empujó con dificultad la pesada puerta de hierro y entró. El pequeño espacio estaba repleto de personas, desde jóvenes como ella hasta ancianos, mujeres y hombres, todos sin recursos. Helena volvió a intentar cubrir su cuerpo con el abrigo sin conseguirlo y se dirigió hacia la ventaba que daba a la cocina. Allí le tendieron un tazón de sopa caliente con el cual se retiró hacia una desgastada silla junto a una mesa. Comió despacio, intentado que el calor fuese impregnando cada parte de su ser. Intentó que aquel pequeño plato le durase lo máximo posible. Cuando acabó quedaba ya poca gente en el local. Tras dar las gracias y entregar el plato fue hacia la puerta pero antes de llegar a abrirla escuchó una voz a sus espaldas.
- ¿Tienes dónde dormir?
Se giró y vio a una anciana de amable rostro y cabello canoso, que llevaba puesto un delantal. Helena miró a los lados hasta darse cuenta de que era ella la interrogada. Dudó unos instantes antes de responder.
- Mmm yo... -titubeó- voy a...
La anciana le sonrió y la tristeza se reflejó en sus ojos por un momento.
- Tengo una habitación libre en mi casa - le ofreció antes de que acabase la frase-. Espérame por aquí a que acabe con los platos.
Helena se quedó sin palabras, observó a la anciana volver a la cocina y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Acercó una silla a un radiador y se sentó allí con las manos extendidas buscando el calor. Media hora más tarde la mujer la llamó, y junto a ella emprendió el camino a casa.


Lo voy a dejar aquí aunque llevo un poquito más escrito pero no os preocupéis que seguiré otro día.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Música que llega al corazón

Bueno, he vueltoo, sé que he tenido esto abandonadillo porque últimamente no paro de estudiar y estoy hasta arriba, así que hoy tampoco podré dejar algo muy profundo. Pero de todas formas es algo muy bonito. Es una canción que me encanta de uno de mis cantantes preferidos. Su voz me llega directa al corazón (y no es para menos con el pedazo de artista que es) Así que aquí os dejo con esta preciosa canción, que consiguió hacerme llorar, algo bastante irónico puesto que se llama "No tears" :)
http://www.youtube.com/watch?v=1ZoBwK7s1l0

jueves, 24 de octubre de 2013

Agujeros negros

Últimamente he tenido algún que otro roce con ciertas personas que me han hecho reflexionar sobre un problema que tiene bastante gente hoy en día. El llamar la atención cada vez se ve más y más a nuestro alrededor, personas que se piensan que solo teniendo problemas van a conseguir tener importancia dentro de un grupo de gente. Son los típicos a los que yo llamo agujeros negros porque su existencia se basa en chupar la energía de los demás, que intentan ayudarles, cuando ni siquiera ellos mismos intentan hacer algo por su situación, excepto seguir creando problemas, sacando montañas de granitos de arena. Y la verdad es que a mí nunca me ha molestado escuchar a nadie, ni dedicar de mi tiempo para intentar encontrar soluciones, pero si una persona se pasa meses enteros con un problema nuevo cada día, todos muy parecidos, y encima ves que te deja a ti sola con la responsabilidad de resolverlos pues… lo quieras o no, te acabas cansando.
Y ojo, no estoy diciendo que no se deban contar los problemas a lo demás, ni tampoco que uno no pueda pasar una racha de dificultades continuas. Pero hay que saber hasta que punto llegar con estas cosas, porque las demás personas también tienen preocupaciones. Porque muchos de estos individuos pueden pasarse horas hablando de su triste vida, pero cuando llega la hora de escuchar a los demás son los que huyen primero, o bien literalmente o bien sacando más y más problemas.

Con esto quiero que reflexionéis mirándoos cada uno a sí mismo. ¿Haces algo por tu situación cuando estás mal o simplemente dejas que a los demás se les ocurra cómo arreglarlo? No estoy aquí para juzgar, porque yo soy la primera que ha sido así, yo me he pasado épocas sacando verdaderas montañas de nimiedades y al final acabas mal tú porque te lo crees y haces daño a los que están a tu alrededor. 

jueves, 17 de octubre de 2013

¿Por qué...?

Muchas veces al mirar atrás en nuestra vida y ponernos a pensar tiempo después en las diferentes cosas que hemos pasado surgen muchos por qué. Nos preguntamos cómo algo que parecía claro cambió de un momento a otro drásticamente, cómo es que se rompieron esos sueños y esa esperanza.
Lo peor es que muchas de esas cosas no tienen respuesta, simplemente pasaron. Y entonces nos ofuscamos intentando encontrarla porque nos negamos a dejarlo, queremos entender antes de seguir adelante.
Quizás nunca os haya pasado esto y os suene raro. Yo estoy segura de que este es uno de mis mayores fallos (uno de tantos), algo en lo que cojeo bastante. Siempre me ha costado ser capaz de pasar página sin entender por qué algo ha cambiado. Que, vamos a ver, saber las cosas está bien, eso no lo pongo en duda, pero a veces esas respuestas no están en nuestras manos. Puede ser que haya surgido una enfermedad, que alguien cercano muera, que hayamos perdido un amigo o que nos hayan abandonado… ¿Y a quién pedir entonces una explicación? ¿Dónde buscar eso que nos falta? A estas situaciones son a las que me refiero.
Y escribo sobre ello porque es algo que estoy viviendo. Me surgen preguntas a cada paso que doy, miro atrás en mi vida y lo que más destaca son esas situaciones sin sentido, esos cambios bruscos de rumbo y la única solución que viene a mi mente es pensar que fue mi culpa, que hice algo mal pero como tampoco sé el qué me desespero más. He pasado horas llorando por esto, queriendo entender esos momentos de mi vida en que todo iba bien y de repente se desmoronaron. Son cosas que he aceptado, y a la larga siempre me doy cuenta de que era lo mejor pero… ¿por qué? La pregunta siempre me persigue, y me perseguirá hasta que consiga vivir con ello y aprenda a no culparme de las cosas que no logro comprender. Y sé que me costará y que quizás todavía me queda mucho que llorar por esto.

Lo que quiero es que penséis en esto, que en ocasiones no hay respuestas, a veces ni siquiera la gente que nos daña las tiene y no por esto debemos atrancarnos. Es difícil salir adelante sin entender, yo lo sé, pero en circunstancias así es mejor pasar página y aceptar las cosas sin darle tantas vueltas. Y quizás cuando pase el tiempo algunas respuestas llegarán y otras no…

martes, 15 de octubre de 2013

Anorexia (otra vez)

Hoy estoy con los vídeos por lo que se ve, y he encontrado uno que me ha tocado muchísimo el corazón así que si tenéis una hora podéis aprovecharla viéndolo, que os aseguro que merece la pena. Da muchísimo que pensar y para mí por lo menos es una gran ayuda. Ya sé que he tocado este tema antes, y seguro que volveré a tocar otra vez porque es algo que considero muy importante. Ahí lo tenéis:

http://www.youtube.com/watch?v=ZGiU1IGmp4Q

Into the west

Bueno, pues hoy os traigo algo más tranquilito, no tanto de darle al coco. Es una canción de la banda sonora del Señor de los Anillos, una de mis películas preferidas. Me encanta muchísimo porque es como una nana y si escucháis la letra podréis ver lo preciosa que es. También cabe decir que he llorado mucho con ella, pero son de estas lágrimas de desahogo, como si al escucharla se fuesen escurriendo los problemas, te acuna y acabas durmiéndote en los brazos de la melodía. A mí es una canción que me tranquiliza mucho y por eso quiero compartirla con vosotros. Espero que os guste tanto como a mí :)

http://www.youtube.com/watch?v=QMienDSyiAI

viernes, 11 de octubre de 2013

Hola de nuevo ;) Hoy, para empezar con buen pie el fin de semana os traigo algo tierno, para que os suba un poquito el azúcar, que no es malo algo de romanticismo de vez en cuando :)

Salió al balcón y observó el mar. Podía ver el sol asomando por el horizonte mientras escuchaba el murmullo de las olas llegando a la orilla. Estuvo un rato con la mirada perdida en el paisaje. Era lo bueno de aquella pequeña casa, situada en un lugar donde podía relajarse sin que le molestara el constante ajetreo de la ciudad. Sintió algo a sus pies. Un gato blanco, ya entrado en años paseó entre sus piernas hasta dar con un buen lugar en el que recostarse, sobre su zapatilla. Sonrió mientras lo observaba tan calmado, recordando todas las travesuras que aquel animal había hecho a lo largo de su vida. Y ahora la edad lo había convertido en un ser tranquilo y silencioso, su gran compañero, su mejor amigo.
Se giró hacia la habitación con la sonrisa todavía en los labios. Allí en la cama, entre las sábanas revueltas estaba ella, el gran amor de su vida. Incluso así, con el pelo desordenado y el rostro sin maquillar, le parecía la mujer más hermosa del mundo. Era ella la que tiempo atrás había conquistado su corazón, y tenía la certeza de que nunca más estaría solo, porque ella le acompañaba. Se acercó y se sentó a su lado procurando no despertarla, a su mente acudió de pronto el recuerdo del día que se conocieron. Miró atrás y se dio cuenta de que la vida había dado muchas vueltas, y que aquel joven que era había crecido, había madurado y había experimentado cosas que nunca hubiera imaginado. En verdad le gustaba no haber sabido qué iba a ser de su futuro, si alguien se lo hubiese contado no habría podido disfrutar de todas las sorpresas que poco a poco habían ido apareciendo a lo largo del camino.
No se había dado cuenta de que mientras pensaba ella había abierto los ojos y le observaba. Le cogió la mano y él la miró de nuevo.
-         ¿En qué piensas?
Él sonrió y respondió.
-         En que te quiero.


miércoles, 9 de octubre de 2013

Azul

Corres. Corro. Corre. Corremos. Perdida en un laberinto sin salida. Algo la persigue y lo sabe, por eso huye. Puede ser el miedo o puede no serlo, siente que debe escapar y eso hace. El suelo a veces es liso, otras veces rugoso, a veces fluido, otras sólido. Pero el color siempre es el mismo. Azul. A juego con sus calcetines, que le llegan por encima de las rodillas, a rallas violetas y azules. Provocativo, dicen algunos, infantil, piensan otros. No importa. Ahora solo hay que correr, distanciarse lo máximo posible de él (o ella, el género en algunas cosas es irrelevante) Podría decirse que en este momento los pasillos son agradables, el color es el mismo, pero cambia, es acogedor, por lo menos a mí me lo parece. Ha parado de correr, no está cansada, pero han dejado de escucharse los pasos pesados a sus espaldas. Está tranquila, aunque no a salvo, y lo sabe, mas ahora prefiere no prestarle atención.
Tiene miedo pero no se nota, ahora está sola, no se puede permitir derrumbarse porque si lo hace ya no habrá salida y volverán los pasos, esta vez más rápidos, más fuertes, más invencibles. Sabe que no hay nadie que vaya a levantarla, ni ayudarla, ni frenar los pasos, o por lo menos quiere creerlo así. "Quizás la soledad no es tan mala como dicen, quizás es buena como compañera". Miente. Tiene miedo a ser dañada, al juicio de los demás sobre su persona. Pero ahora eso no importa, no hay nadie, solo ella. Ella y los pasos. Los pasos. Han vuelto. El tono azul va cambiando. Ya no es pálido, como el horizonte marítimo en una tarde invierno. Caen pequeños trozos hexagonales del techo y las paredes, dejando ver un azul oscuro, que acaba con casi la totalidad de la claridad. Se ha quedado paralizada, no por el miedo, sino porque algo le impide huir. Los pasos la llaman, susurran su nombre, o ella lo escucha. Cada vez suenan más fuertes, más cercanos. Todo tiembla, se notan breves variaciones en el color debido a ello. Extiende las manos a los lados, rozando con los dedos la pared, que se ha vuelto rugosa, casi hiriente al tacto. Pero ella no lo nota, o no quiere notarlo, por lo que sigue apoyando las manos, cada vez con más fuerza. Comienza a avanzar lentamente por el pasillo, que se hace más estrecho. Las protuberancias  de la pared se han incrustado en su piel, la sangre comienza a salir resbalándose hacia abajo, pero no está caliente, es fría, porque ella lo quiere así. Todo se estremece con tanta violencia que cae al suelo, donde queda sentada de rodillas, con un pie a cada lado. Los pasos no han parado, son tan fuertes que no se oyen, no se escuchan. Solo se sabe que continúan por las vibraciones violentas que producen. Ya ha caído el último hexágono azul pálido. Ahora a única claridad que hay es la que desprenden desde el suelo esos pedacitos de pared, que se van apagando lentamente. Ha comenzado a llover. No hay nubes y la lluvia no sale del techo. Simplemente llueve, y ya está. Aún así la sangre de la pared permanece, y allí seguirá siempre, aunque el azul cambie, o varíe la forma. Quedará donde está, porque es su lugar, porque existe. Mira sus manos, heridas pero limpias, no hay sangre en ellas, así debe ser, el agua se la ha llevado.
Ahora los pasos están sobre ella, la envuelven como la lluvia. Cierra los ojos, y todavía con las manos abiertas, sobre los muslos, mirando hacia arriba, dejando que las heridas beban del agua, levanta la cabeza, hacia la lluvia. De repente tiene ganas de gritar, siente furia y quiere descargarla así que abre la boca, los pasos han cesado. Nada tiembla, el agua que cae no suena. Entonces es cuando se escucha el grito. Un sonido desgarrador, hiriente, lleno de sentimiento. Nota como su garganta se rasga, pero no le importa, el dolor la calma. Se ha quedado sin aliento, tampoco importa. Cierra la boca y abre los ojos. Sonríe mientras vuelve a tomar aire, huele a tierra mojada, aunque no haya tierra por ninguna parte. Le gusta la lluvia, le gusta ese olor. Entonces su voz vuelve a elevarse por encima de todo y otro grito, esta vez más fuerte que el anterior hace que se estremezca el cúmulo de pasillos desordenados. Esta vez dura más. Descarga con él toda su ira, su frustración y sus temores. Cuando se le acaba el aire vuelve a abrir los ojos. La lluvia cesa, la pared comienza de nuevo a cambiar a un tono más claro, de forma que parece ir amaneciendo. Pero ella sigue en el suelo, sonriendo de forma inquietante, sin sentido.
Te vas. Me voy. Nos vamos. Ella se queda. Quizás desaparezca, o quizás si volvemos sigue estática, con esa expresión misteriosa. No lo sabremos si no regresamos. Pero no es momento de saberlo. Lo importante es que no tiene sentido quedarse. Hay que avanzar.


No os preocupéis si no entendéis nada, lo cual será lo normal. Es muy caótico y casi sin sentido para alguien que no sea yo. Es algo que escribí hace poco. Quizás alguien se ha sentido así alguna vez. Solo deciros que estas letras dicen más de mí de lo que se pueda pensar. Quizás resulte interesante...

martes, 8 de octubre de 2013

La influencia de la sociedad. Las modas.

Hoy quiero hablaros de nuevo de la influencia de la sociedad, para que os deis cuenta de hasta qué punto llega. Y me voy a centrar en las modas.
Parece que este verano han marcado tendencia los colores vistosos, los fosforescentes. La verdad es que a mí esto me ha hecho muchísima gracia. ¿Por qué? Pues la razón es simple. Imaginaos que pudiésemos viajar en el tiempo, no muy atrás, digamos... tres años. Nos llevamos una de estas camisetas tan peculiares y se la mostramos a alguien que sea una obsesa de ellas en el tiempo real. Estoy prácticamente segura de que si le dijésemos de ponérsela para salir se reiría e incluso tomaría casi como un insulto el ofrecimiento. Voy un poco más allá. La nueva moda esta de raparse media cabeza las chicas, hacerse dilataciones y llevar camisetas de grupos. No puedo evitar que me haga gracia ver a chicas así en mi pueblo. Y que conste, no me estoy burlando, todo esto tiene su motivo. La gente con la que me junto, mi grupo de amigos, siempre ha tenido un estilo parecido, no tan raro a la vista pero sí bastante diferente a lo que se considera normal. Y por tener esos gusto en su forma de vestir y en la música que escuchan ha habido muchísimas burlas, miradas de asco y rechazo, por parte de esas personas que ahora que está de moda lo ven algo guay. Y yo me pregunto ¿en serio? ¿Cómo pueden cambiar sus gustos de la noche a la mañana? ¿Cómo algo que despreciaban ayer, hoy lo ven increíblemente bien? Y no voy a pasar a hablar del drástico cambio de estilo musical o de lo mal que me parece que vistan camisetas de grupos que ni siquiera escuchan.
Estos actos denotan una falta de personalidad enorme. No digo que a uno no pueda agradarle algo nuevo que aparezca porque las cosas nunca son estáticas. Tampoco estoy diciendo que todo el mundo que vista de esa forma no tenga personalidad, ni mucho menos. Solo intento hacer una crítica a ese grupo de personas que se dedican a ridiculizar a otros por su forma de vestir, sus gustos, su música, solo porque no es lo que se lleva, y luego sean tan hipócritas de hacer todo eso suyo porque sea una moda.
Aquí si es hora de mirarnos a nosotros mismos. Porque somos diferentes, tenemos formas de expresar quiénes somos y cómo somos. Y no por eso alguien es mejor o peor. Cada uno tiene su propia forma de ser y eso es lo que nos hace especiales.

lunes, 7 de octubre de 2013

El poder de las miradas...

El otro día tuve que ir a la ciudad y aproveché para dar un paseo y observar a la gente. Yo vivo en un pueblo más o menos grande pero según pude comprobar no tiene ni punto de comparación con la ciudad.
Me entretuve observando a la gente que pasaba a mi lado y me fijé en varias cosas bastante interesantes.
La primera de ellas fue el aislamiento que vi. Casi todo lo que había esas horas era gente joven, de las cuales la mayoría iban con cascos escuchando música, a su bola, en su mundo, como si fuesen en burbujas. Todos andando rápido. No vi ni a una persona que fuese a paso normal, como yo iba, disfrutando del paseo.
Otra cosa que me llamó muchísimo la atención fue el desinterés que mostraban  unos por los otros. No sé si es que soy yo la rara pero normalmente cuando voy por la calle suelo ir mirando a los ojos a la gente con la que me cruzo. Como dicen los ojos son el espejo del alma, no hay mejor lugar donde descubrir verdaderamente a la persona que se esconde tras ese cuerpo. Mirando a los ojos es como conectamos unos con otros, por lo menos según mi opinión. Pues bien, lo que descubrí fue que la gente allí no lo hace. Van andando por la calle como si los demás fuesen algo borroso. Podría contar con los dedos de la mano las personas que respondieron a mi mirada con otra. Entonces me di cuenta de que es verdad eso de que uno se puede sentir solo estando rodeado de gente. Y me dio bastante pena cuando lo pensé. Todos tenemos algo en común, compartimos este planeta y somos de la misma especie. ¿Qué menos que intentar ser conscientes de quien nos rodea? Cada uno de nosotros es un mundo del cual podemos descubrir parte con solo echar una miradita a los ojos. ¿Qué más da si nunca volvemos a ver a esas personas? ¿Nos cuenta tanto regalar una sonrisa? O quizás ni eso, puede que alguien vea en tus ojos el consuelo que necesita, el apoyo... o puede que yo esté soñando demasiado.
Lo único que me gustaría es que meditásemos esto, que dejemos de estar absortos dentro de nosotros mismos, que salgamos a la calle con los ojos bien abiertos y captemos todos los detalles, no solo que seamos conscientes de que existen otras personas, sino todo lo demás que nos rodea. Porque muchas veces las cosas más insignificantes son las más bellas y las más llenas de significado.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Otoño...

Bueno, pues aquí estamos de nuevo. Hoy tenía pensado traeros un pequeño relato que estaba escribiendo, pero me he quedado un poco atrancada porque es más largo de lo que tenía pensado hacerlo, luego pensé en dejaros otro que escribí el año pasado pero tengo que buscarlo. Así que he decidido otra cosa. Y os voy a dejar algo que escribí hace una semana. Digamos que es una pequeña reflexión. Así que abrid los corazones y a ver qué sacáis. Espero que lo disfrutéis :)

El otoño había llegado y sus colores lo inundaban todo. Esos tonos cálidos que tanto le llenaban el corazón aparecían en cualquier parte haciendo su vida más llevadera. Había esperado ese paseo por el bosque desde que sabía que las hojas habían empezado a caer, pero hasta ese mismo instante no le surgió la oportunidad. Nada más ver aparecer el primer árbol desde el viejo camino sonrió. Era el momento perfecto para estar allí puesto que los árboles aún conservaban bastantes hojas, desde amarillas a rojas, naranjas y marrones, cada una imperfecta por sí misma pero perfectas en el conjunto formando un bonito cuadro que nunca se cansaba de mirar. Siguió pensando en ellas, iban muriendo y cayendo de los árboles pero aún así no dejaban de ser bellas, incluso en el momento final de su vida útil seguían siendo espléndidas, mostrando otro lado, diferente pero no por ello peor. Esa idea le hizo sonreír de nuevo marcando más las arrugas de su rostro. En cierta forma las personas podían aprender de ellas. No entendía por qué, cuando alguien ya era incapaz de trabajar, cuando cumplía cierta edad ya era apartado, tratado como si hubiese perdido valía, como si ser viejo fuese una enfermedad contagiosa. A nadie le gustaba hablar con ellos ni dedicarles tiempo porque lo consideraban perdido. Siempre le había hecho sentir mal aquello, se sentía rechazada, a veces incluso se había preguntado por qué no había muerto, cuál era ahora el propósito de su vida. Su marido había fallecido años atrás en un accidente y no tenía hijos. Ya no le importaba a nadie. Todo el mundo tenía sus propias cosas en las que pensar, sus ajetreadas y agobiadas vidas que vivir y organizar. Y ninguna persona se había parado a reflexionar y darse cuenta de que tarde o temprano todos iban a envejecer.

martes, 1 de octubre de 2013

¿Eres víctima de violencia de género?

He encontrado un test interesante sobre un tema sobre el que tengo pensado hablar más adelante, así que aquí os lo dejo para que le echéis un vistazo :)

http://www.creartest.com/hacertests-90946-Eres_victima_de_la_violencia_de_genero.php

También ya de paso aprovecho para recomendaros una película increíble que me recomendó hace poco un amigo y que me ha encantado, sobre el mismo tema:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/no-estas-sola-sara/estas-sola-sara/637137/

La influencia de la sociedad. El físico.

He estado pensando esta mañana qué tema podía tocar hoy, sobre qué quería escribir y la verdad es que tengo muchísimas cosas en mente, demasiadas ideas que plasmar (lo cual creo que es bueno). Después de darle muchas vueltas me decidí por una de ellas, sobre la que más he escrito y de la que más sé debido,  por desgracia, a mi experiencia personal.
Esta vez no vengo a contaros mi triste historia porque no estoy aquí para dar pena ni para que la gente se compadezca de mí. Solo quiero hacer una crítica para que penséis en lo que os cuento y forméis vuestra propia opinión de ello.

Supongo que todos habremos oído en alguna ocasión eso de que la sociedad nos influencia. Pues bien, hoy vengo a hablar sobre eso mismo. Antes que nada haced una cosa, poned la tele y observad los anuncios. ¿Podéis decirme cuántas chicas veis que no estén delgadas? ¿Cuántos chicos aparecen que no presuman de cuerpazo? Estad todo el tiempo que queráis pero os aseguro que será difícil llegar a contar una cantidad elevada o un porcentaje lo suficientemente alto como para quedaros tranquilos.
Esto no solo son anuncios, aunque no les prestemos atención, esto es información que nos bombardea constantemente. ¿Qué transmiten? La chica perfecta es aquella que está delgada, esbelta y con buen busto. Y el chico ideal es aquel que es todo músculo, al que no se le nota grasa por ningún lado. En esos minutos que duran nos muestran a estas personas sonrientes, parecen seguros de sí mismos, orgullosos de sus cuerpos pero ¿os habéis parado a pensar si esto es verdad? Comprobadlo, podéis investigar sobre la anorexia y daros cuenta de la cantidad de modelos que sufren esta enfermedad, que están acomplejadas aunque los demás las veamos perfectas. Esa es la información que nos llega, nos presentan algo supuestamente idílico y nosotros lo aceptamos sin pensar. ¿Qué nos deja esto? Miles de adolescentes trastornados, inseguros, que odian su cuerpo y se aborrecen a sí mismos. Muchos de ellos ni siquiera han madurado, sólo intentan sentirse bien, encajar en un mundo que los desprecia por no cumplir con un estereotipo que no es normal, ni normal ni sano tanto física como mentalmente. Tienen como fin llegar a ser como esos chicos y chicas sin darse cuenta de que al conseguirlo se sentirán igual, los complejos seguirán persiguiéndoles y aún no se verán perfectos. ¿No me creéis? Una vez más os digo que lo comprobéis. Hay un montón de blogs escritos por estos jóvenes. No los leáis con desprecio tachándolos de locos, intentad sentir el sufrimiento que desprenden, entender la situación que están pasando, qué hay en sus mentes y advertir hasta qué punto es culpa de la influencia social. Impacta ¿verdad?
Y no quiero criticar sólo a los medios de comunicación porque no son los únicos culpables. Nosotros mismos hemos interiorizado esas ideas y muchas personas no dudan en insultar a aquellos que no son perfectos según estos esquemas. ¿Qué nos pasa? ¿Cómo hemos dejado que pase esto? ¿Es que no nos damos cuenta del daño que hacemos?
Dejemos de mirar mal a las personas por su aspecto porque no nos lleva a nada bueno. Tampoco quiero que juzguéis a aquellos que están atrapados por este tipo de trastornos, necesitan ayuda y comprensión, no rechazo. 
Solo quiero haceros pensar, que no aceptéis por las buenas lo que os dan sin decidir si lo queréis o no.

Echa un vistazo:

lunes, 30 de septiembre de 2013

Soy sociaa (creo :P)

Bueno, pues sin saber si lo he hecho bien o no, ya que soy nueva en esto, si no me he equivocado en nada ahora soy socia del club Apadrina un blog, de http://leyendoentreletras.blogspot.com.es o por lo menos eso es lo que pretendía (porque repito que no estoy segura si está bien hecho todo) Así que sigo adelante con mi idea de escribir y expresar todo lo que llevo dentro :)

¿Gorrión por qué?

Quizás aún es pronto para ponerme a escribir algo demasiado profundo (digo quizás porque quién sabe). Pero se me ha ocurrido que algún día alguien podría preguntarse "¿por qué un gorrión?" Y por eso antes de que nadie se lo pregunte me adelanto y os lo explico porque tiene su historia. Aunque para que podáis entenderlo antes tengo que contaros un poquito de mí.
Siempre he sido una chica callada, soy más de expresarme por escrito y más bien para mí misma (cosa que como veis estoy cambiando) y por lo tanto siempre he pasado casi desapercibida en clase. Solo sabían que estaba allí por una cosa, porque era esa chica lista a la que todos intentan pedir lo deberes, la tontita que no se relaciona, también la santa... en fin no me explayo en eso ahora. La cuestión es que siempre que se fijaban en mí era para meterse conmigo o para pedirme los deberes, que nunca los dejaba y eso hacía que se metiesen más conmigo. Volviendo al caso, había una chica en mi clase (por ese entonces tenía yo unos 12 años), era la típica diva, una muchacha rubia y de buen tipo, la más popular del curso a la que muchas tenían como ejemplo de moda... y sobre todo, lo más importante, tenía novio. Y claro, eso en aquella edad para todas era algo como "ooh, tiene noviooo", era como ser superior, había conseguido ser querida (de esto hablaré pronto en otra entrada pero es que no me quiero ir mucho del tema). Total que la chica perfecta estaba sentada a mi lado (está claro que era por obligación porque como se puede suponer ella tenía mejor gente con la que sentarse) y no tenía mejor cosa que hacer que buscarme defectos, reírse de ellos y proclamarlos entre sus amigas para que corearan sus risas. Y no sé cómo un día cuando se quedó sin ideas se le ocurrió llamarme gorrión. Supongo que me sorprendería escuchar eso como un insulto, porque es un pajarito precioso. Empezó a molestarme mucho porque no paraba de llamarme así y cada vez que lo decía se reía, y yo odiaba esa risa de diva. Pero por lo menos no era un insulto. Me hace gracia mirar atrás y recordar cómo en mis pensamientos para mí ella era una urraca y me reía para mí misma respondiéndole mentalmente cada vez que se dirigía a mí (cosas de niñas) Al final esa época pasó, al año siguiente estuvimos en clases separadas y supongo que acabó olvidándolo todo. Años más tarde volvimos a vernos en clase otra vez. Había cambiado bastante con respecto a algunas cosas, ya no ridiculizaba a nadie, ni por su aspecto, ni por su clase social (por lo menos en público). Pasó a ser la típica chica guapa, siempre con novio (eso no cambió), simpática con todos y con una madurez bastante limitada. Me sorprendí bastante cuando un día se acercó a mi mesa y empezó a preguntarme cómo me iba la vida, como si hubiésemos sido amigas siempre. Creo que ni siquiera recuerda los malos ratos que me hizo pasar.
Y ahora sí que os preguntaréis por qué sigo utilizando eso de Gorrión. Pues es tan simple como superar las cosas. Quizás en aquella época la simple palabra me hacía arder de odio y dolor. Pero ahora me suena un tanto liberador. Es como convertir algo malo en algo bueno. Muchas veces las palabras tienen el significado que uno quiera darle. Cualquiera de ellas puede resultar al mismo tiempo el mayor insulto o el mejor alago que te pueden hacer. Es cuestión de buscar el buen sentido aunque en el momento no nos apetezca. Como suelo hartarme de decir: no podemos cambiar a las personas, ni lo que ellas dicen o hacen, pero siempre podemos cambiar el cómo nos tomamos las cosas.

Muestra una sonrisa al mundo aunque no se la merezca porque tú sí mereces sonreír :)

Hola :)

Eeem, bueno, aquí estamos tras una infructuosa búsqueda para poder ser columnista, después de darme cuenta de que lo tengo bastante difícil. Mi idea era que la gente pueda leer lo que escribo desde un principio pero me parece que tendré que ser paciente y esperar a ver si esto tiene algún tipo de éxito. No busco fama, ni mucho menos, solo busco corazones dispuestos a escuchar, dispuestos a conocer mi opinión y expresarme la suya, para crecer, para aprender y para sentir que el talento que tengo sirve para algo más que para mí misma. Me gustaría poder ayudar a las personas con esto, ver que puedo llegar al alma. Eso es lo que me hace feliz. Son palabras de una persona cualquiera, una de tantas que viajan por este mundo, palabras de un pequeño gorrión en el que poca gente se fija, pero que también piensa y observa.
Así que después de esta pequeña introducción aquí estoy, dispuesta a probar algo nuevo, a lanzarme a algo desconocido pero apasionante, con toda la ilusión del mundo abro una nueva etapa :)